
Últimamente recibimos muchas noticias sobre el contexto geopolítico en Ucrania y el conflicto de Rusia que invisibilizan otros asuntos relacionados con los derechos sociales en el país. Queremos centrarnos aquí en cómo el movimiento feminista ha avanzado en los últimos meses en un contexto muy complicado, luchando por los derechos de las mujeres y generando gran esperanza.
La situación de las mujeres en Ucrania es dramática. En 2020, la Policía recibió 208.784 quejas sobre violencia doméstica, lo que supone un incremento de un 66% relacionado con los confinamientos por la Covid-19. Pero no son los datos, si no las historias que se han hecho públicas las que han hecho que la sociedad sea más consciente del problema. En la memoria colectiva permanece la violación y tortura en comisaría de una mujer, con la posterior destrucción de pruebas y la negativa de los servicios médicos a asistirla. También la muerte de una menor a manos de su padrastro a pesar de varias denuncias y alertas. Dos ejemplos que muestran los fallos de los mecanismos de prevención y protección de las instituciones y que evidencian el problema estructural de fondo.
El año pasado, con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el 25 de noviembre, más de 50 colectivos y organizaciones feministas volvieron a organizarse para reclamar la ratificación (y la implementación legal) del Convenio de Estambul contra la violencia de género. Las organizaciones registraron una petición dirigida directamente al presidente en una web gubernamental. Si bien lo que se reclame en esta web no es vinculante para el gobierno, sí que está estipulado que, cuando se alcanzan 25.000 firmas en 90 días, tiene que haber una respuesta oficial. Un año antes, en 2020, ya consiguieron las firmas necesarias y el presidente contestó, pero evitó adquirir ningún compromiso. Ante la ambigüedad, las organizaciones feministas decidieron lanzar otra petición para seguir generando debate público.
El Convenio de Estambul es una solución compleja a un problema que lo es aún más. Comunicar cuestiones legales y burocráticas sobre violencia de género es una tarea especialmente complicada. Las mujeres ucranianas organizadas han conseguido acercar el Convenio a la ciudadanía con historias que no dejan a nadie indiferente. Por ejemplo, esta ilustración, utilizada por las feministas en redes, reproduce una situación muy cercana: lo que ocurre detrás de las puertas cerradas de nuestras vecinas y que muchas personas hemos escuchado alguna vez. La violencia doméstica.

Uno de los principales problemas que identificaron las feministas ucranianas es que las autoridades no actúan de oficio sin denuncia de la víctima y, cuando esta se produce, la respuesta suele ser ineficaz. En este sentido la implementación del Convenio de Estambul permitiría un avance notable en el abordaje de la respuesta institucional. En torno a esta historia de puertas cerradas que ocultan la violencia y contra la idea de que es un “asunto privado” las activistas, realizaron una concentración ante el Congreso el 30 de noviembre. Literalmente, llevaron puertas y “abrieron la verdad sobre la violencia”. La acción buscaba ofrecer un componente visual atractivo para los medios y llegó al presidente del país, que en el mismo día se pronunció a favor del Convenio. Igualmente, las organizaciones continuaron con la recogida de firmas en busca de un mayor compromiso.

En otro momento, salió a la luz la noticia de que un estudiante universitario de Kiev había instalado una cámara oculta en un colegio mayor para grabar a sus compañeras. El responsable del centro trató de convencer a las estudiantes de que no denunciaran lo sucedido. Los comentarios exculpando al joven (“cosas de chicos”) se repitieron en redes sociales y generaron gran indignación. El colectivo feminista Women’s March viralizó la historia poniendo el foco en el profundo cambio que necesita hacer la sociedad para superar la cultura de la violación y señaló el Convenio como una herramienta útil para ello. La sensibilización social para el cambio y el avance de derechos es un argumento consistente para valorar el Convenio, el cual incluye campañas de concienciación y formación a profesionales.
Ya en 2022, el 25 de enero tomó relevancia la historia de una conocida cantante que subió a redes sociales un vídeo pidiendo auxilio y mostrando al hombre que lleva 3 años persiguiéndola impunemente.
Las palabras del hombre muestran su sensación de impunidad: literalmente le dice que ella sabe que nadie le va a ayudar, que puede ir a la Policía y que quedará en nada. Las autoridades se hicieron eco del caso, detuvieron al hombre y a los pocos días fue liberado. El hombre ya había sido entrevistado en 2020 en un programa de televisión y había relatado cómo ejercía acoso, sin consecuencia alguna.

El problema es que la ley simplemente no contempla este tipo de acoso como un delito. Esto canalizó la fuerte indignación que se tradujo en un masivo apoyo al Convenio de Estambul, consiguiendo así en pocos días las firmas restantes para llegar a las 25.000. Ahora, el presidente tiene la obligación de pronunciarse nuevamente.
Estas son tres historias desoladoras que colectivos y organizaciones feministas han sabido transformar para unir a la sociedad en la erradicación de la violencia. Teniendo en el horizonte el 8 de Marzo, nos quedamos expectantes e ilusionadas por los siguientes pasos que darán para conseguir que Ucrania sea un lugar más seguro para todas las mujeres y las niñas y niños.